martes, 16 de septiembre de 2014

Mouro

La isla de Mouro es un islote rocoso que se encuentra en la entrada a la bahía de Santander. Divide la entrada en dos, la boca chica, más estrecha y con menos calado y la boca grande, más ancha y que conduce a la canal principal, que es utilizada por los mercantes. En la isla hay un faro, que en los temporales de invierno, es sobrepasado por las olas. Antiguamente, el faro era mantenido por dos familias que se turnaban semanalmente y que por lo visto, no se hablaban entre si.

Uno de los objetivos del verano, con el bote nuevo era el de desembarcar en la isla de Mouro con los niños. Este lunes era el día idóneo, no había viento ni olas. Por cierto, era la fiesta de la Bien Aparecida y no había ni colegio ni trabajo.

En el viaje de ida, nos cruzamos con un montón de zodiac de todos los países, cada una traían a remolque al menos dos RS:X (las tablas de windsurf). También vimos la carpa y el trozo de playa de los Peligros que hace de base de los Nacra que son unos catamaranes de dos tripulantes, chico y chica. Es la embarcación más rápida, tienen una superficie vélica mayor que el Savreh y pesan una décima parte, imaginaos.

La carpa de los Nacra que han habilitado en la playa de los Peligros.

Llegamos a Mouro, fondeamos con un orinque por si se quedaba el ancla enganchada en una roca, nos bañamos y comimos. El agua era transparente, se veían todos los peces pasando por debajo del barco, pasaron incluso unos buzos. Buceando entre las rocas podías ver pequeños bancos de lubinas, jargos y otros peces.

Al fondo, en el campo de regatas de la playa de Loredo, veíamos pasar a los 49´ers, pero hoy tenían poco viento y se oían constantemente los bocinazos del juez de regatas aplazando las regatas.


Los 49´er con el espi, en el campo de regatas de Loredo, visto desde Mouro.

Después de comer, desembarcamos en la isla. La isla de Mouro tiene una pequeña ensenada, en la que hay un pequeño muelle, una cadena y varios puntos a los que te puedes amarrar. El fondo de la ensenada es de roca, en cambio un poco más afuera, donde fondeamos, es de arena, pero justo enfrente de la ensenada, a los laterales, vuelve a ser de roca.

El bote, amarrado al muelle, dentro de la ensenada de la isla.

Para subir al faro hay una escalera, la mayor parte de los escalones están tallados directamente en la roca. 

Cuando llegas al faro, a duras penas puedes rodearlo andando, pegado a la fachada, pues el resto de la isla esta repleto de grietas en la roca y es peligroso. De hecho, la mayor parte de la isla, está hueca y entre las oquedades, en  los temporales de invierno sale el agua impulsada hacia arriba, con la fuerza de las olas. 

Abajo, la ensenada, con bastantes barcos. Al fondo la bahía de Santander con el monte de Peñacabarga.

A principio del verano, en época de cría de las gaviotas, la isla es un hervidero de nidos, polluelos y gaviotas trayendo comida, si te acercas a la isla, las gaviotas maduras te atacan para defender a sus polluelos. Ahora, al finales del verano, ya no queda ninguna.

 Hemos llegado al faro.

En la antigua casa del farero, que actualmente tiene todas las ventanas tapiadas, se veían los destrozos de los últimos temporales de este invierno en forma de grietas de bastante consideración.

  La base de la isla está hueca, con la bajamar quedan descubiertas las cuevas.

Después de la excursión a la isla, nos bañamos de nuevo, nos secamos, merendamos y volvimos a casa, de nuevo a motor porque no soplaba una gota de viento.


Adiós Mouro!

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