martes, 26 de enero de 2016

De nuevo a vueltas con el palo.

Por fin he visto el momento de volver a bajar el palo para colocar el cáncamo de la driza del espí y arreglar la veleta.




A pesar de que me ayudaron mi padre, mi hermano Álvaro y Álvaro González de Aledo,  y lo podríamos haber hecho con la driza de otro barco o con la escalera de los pantalanes, como la otra vez, yo sigo empeñado en poder hacerlo desde el propio barco. 

Para ello,  hay que utilizar el tangón como si fuera una cruceta para en el momento en el que el palo está más horizontal,  la driza del génova trabaje mejor. 

Al tangón hay que colocarle unos obenques para que no se mueva lateralmente, en lugar de amarrarlos a la base del candelero, de la que no me fío,  los hago pasar por debajo del casco,  detrás de la orza.


Lo que comprobamos el otro día, es que debido a la distancia (unos 30cm) del eje de giro del palo al eje de giro de los obenques del tangón,  estos adquieren mucha tensión porque se van quedando cortos a medida que baja el palo y asciende el tangón.

Para evitarlo,  lo que hay que hacer es amarrarlos a un cabo que deslice hacia atrás a lo largo del tangón, a la vez que el descenso del palo,  para ello ato este cabo al que luego reenvío al piano a través de dos poleas en la punta del tangón y en el arraigo del estay según este esquema. 











Cuando el palo está en horizontal, se apoya en una defensa en la botavara, que está desmontada y amarrada en lo mas alto de los candeleros de popa.

Sin romper nada,  (casi me rompo un diente por el vástago de un remache que me saltó a la cara) remachamos  el cáncamo de la driza del espi y arreglé la veleta. 




viernes, 8 de enero de 2016

Noches en el Puntal

Con el frío y desapacible invierno, los paseos por los pantalanes viendo los barcos escorando en sus propios amarres, castigados por los vientos del oeste, los palos desnudos y el soniquete de las drizas golpeándolos, siempre apetece recordar algunos momentos cálidos del verano, con un clima mucho más apacible y que se nos ha ido al otro hemisferio, con el que apetece pasar la noche fondeados en el puntal y en familia.

Si llegamos de noche y con la marea alta hay que procurar acertar el lugar de fondeo, en la canal, para no quedar varados durante la noche, no muy cerca de los chiringuitos y no muy cerca de los barcos que estimamos que vayan a pasar la noche. Poco después de las pleamares y bajamares hay que levantarse y comprobar el borneo debido al cambio de dirección de la corriente y el siempre temido garreo, no vaya a ser que amanezcamos en Pontejos, al fondo de la bahía. Ya se sabe, en la marina nunca se duerme seguido.

Por la mañana, el primero que se levanta, inevitablemente, y debido a lo justo del espacio, despierta a todos los demás. Asomar la cabeza para otear el día y salir a la bañera para secar el rocío con un trapo, si hace buena temperatura para desayunar fuera. 

Aquí van algunas fotos de un par de noches en el puntal de este verano.

Al amanecer, recuento de los barcos que han aguantado toda la noche.

En el chiringuito ha desaparecido cualquier rastro de la fiesta nocturna.

En el camarote de proa ya están roncando.


Una mañana brumosa.

Este se cayó de la litera durante la noche.